PRÓXIMAMENTE. Galeria SIS, Sabadell.
Has intentado dejar de fumar en varias ocasiones, pero no lo has logrado. De hecho, yo siempre te he conocido fumando. Más allá de fumar o no fumar, hay personas que tienen mentalidad de fumadoras, y hay personas que no. Tú la tienes, yo no.
Mantenernos haciendo aquello que deseamos es siempre complejo, costoso. A veces, resulta casi imposible. A veces, determinadas necesidades nos llevan a dejar de lado lo esencial, y aquello que realmente somos se desvanece, y desaparece a favor de cosas más rentables. Es entonces cuando la necesidad del hábito juega un papel determinante. No poder dejar de fumar. No poder dejar de dibujar.
Smoke the World no es un alegato sobre el fumar, sino un tributo a la práctica del dibujo convertida en necesidad de humo. Aferrarse al humo simplemente porque no puedes estar sin él. El día a día colapsa el tiempo disfuncional, lo extingue, pero el humo lo busca, el humo lo encuentra, el humo lo cuida.
Fumar es casi un acto reflejo. No tiene sentido, ni objetivo, ni pretensión, simplemente sucede. Y en su devenir, fumar implica un tiempo de dedicación de calidad. Ahora fumo. Puedo hacer otras cosas, pero ahora estoy fumando. No me puedo olvidar de fumar.
Algo parecido ocurre con tu relación con el arte, y con el dibujo. Más allá de tener en mente una exposición, más allá de una meta específica, vas al estudio y dibujas. No es un entrenamiento, no es mantenerse en forma – un símil que funciona con el fumar, difícilmente funcionará con el deporte – sino que es un devenir del que no puedes prescindir. Es un hábito, una rutina, un vicio. Fumas, y el dibujo pervive.
Hace cosa de un año, en tu estudio, me enamoré de Smoke the World, una pintura-manifiesto que, absurdamente, lanza un mensaje poderoso e inútil: fumar el mundo. Se trata de un comunicado controvertido, siniestro; pero, a su vez, esconde una preciosa declaración de intenciones sobre tu modo de hacer arte; un arte que, como el fumar, sucede por necesidad, sucede sin esperar nada a cambio.
Smoke the World nos llevó a fantasear con esta exposición, y se convirtió en su germen inicial para reivindicar una práctica del dibujo que no depende de visibilidad y éxito para existir. Obviamente, cuando sucede – como ahora – todo cobra sentido, pero realmente no depende de ello. Y esa libertad se pone de manifiesto en tu tiempo de taller; un tiempo de humo donde, sin jerarquía aparente, todo convive sin la ansiedad por legitimarse. Pequeños objetos hechos con colillas, dibujos gráficos y textuales, apuntes en cuadernos, pinturas de distintos tamaños, intuiciones, obsesiones y nuevas ideas a desarrollar…
Más animados por la vida íntima del taller que por la vida pública de la exposición, Smoke the World pone en escena la intensidad procesual de tus hábitos como artista. Y ahí sucede algo bonito e impreciso: incidir en los procesos genera una grata pérdida de control en el resultado final. Pienso en la instalación de todos los dibujos de uno solo de tus cuadernos, asumiendo una totalidad dispar que nunca fue pensada para ser expuesta, pero también en la nueva serie de dibujos abstractos hechos con ceniza, e incluso en la idea que me comentaste sobre las coreografías del público en los conciertos de Death Metal…
De eso trata Smoke the World. De necesitar el humo y de encontrarlo siempre en el taller.
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